Mucho ha llovido ya desde que Michael Moore presentara su peculiar crítica al sistema sanitario norteamericano en su, por así decirlo, "documental de investigación" Sicko.
Como generalmente suele hacer, Moore sabe tocar la fibra más sensible del americano medio, utilizando su lenguaje y registro, aludiendo a sensiblerías y comparativas de casos incomprables en un universo en el que paradójicamente le es negada la cobertura a un "heroe del 11-S" mientras que cualquier terrorista de Guantanamo dispone de enfermería especializada.
Bien es cierto que Moore pretende abrir los ojos a los americanos, a esa gran mayoría que aún siguen pensando que el resto del mundo quiere ser como ellos, y hacerles ver que fuera de sus ombligos hay gente con cobertura sanitaria nacional. Sin embargo, Moore en su particular estilo condicionado no pierde oportunidad para convertir la crítica en un drama personal cargado de emotividad e incluso romanticismo, ¿Quie no se ha enternecido con el paciente que limitado a elegir si implantarse el dedo anular o el índice (cuyo precio es más elevado) resuelve justificando bajo el pretexto de poder llevar su anillo de casado?
Puede que en definitiva esta película conmoviera a más de uno e incluso inspirara de alguna forma el discurso de Obama para reconducir la precaria situación de la sanidad en EE.UU. y hacer frente a la fuerte oposición conservadora que se niega a promover un "servicio social comunista" en el "Estado de bienestar" norteamericano.
Desde esta apartada orilla vemos las cosas de otra forma. Acostumbrados desde hace años a la sanidad gratuita, esta llega a colapsarse de lo gratis que es. Y ya comunidades como Andalucía han optado por informar, cuanto menos y a falta de poder cobrar a sus agradecidos pacientes, del coste del servicio y gasto que ha supuesto para el SAS (Servicio Andaluz de Sanidad) la aspirina recetada o la epidural del último parto de riesgo.
Sin embargo, Michael Moore en su vuelta por Europa se limitó a investigar el sistema sanitario de Reino Unido y Francia, y no cruzó jamás los Pirineos para hablar del tan reconocido sistema sanitario gratuito español del que tanto franceses como ingleses han hecho uso alguna que otra ocasión (...quizás también porque el americano medio no hubiera nunca entendido que existe el "Spanish in Europe" y hubiera tenido que hacer un documental previo explicando la diferencia entre Europa y México)
De cualquier modo, hubiera sido interesante destacarles otra alternativa en el modelo de sanidad pública y que quizás también Obama hubiera podido argumentar en el Parlamento: nuestra particular política nacional sanitaria que consiste en descentralizarlo todo incluido el presupuesto de sanidad y atribuir la competencia a las autonomías con partidas presupuestarias propias, en nuestra particular visión de un Estado federado.
¿En qué hubiera derivado la opinión pública norteamericana de saber que antes de hacernos un simple análisis de sangre en España es necesario comprobar si el hospital que visitaremos lleva el sello de la Comunidad de Madrid, la Junta de Extremadura o la Generalitat?, y que de no coincidir con nuestro lugar de empadronamiento nos mandarán a Parla (o a Cuenca, según se indique en nuestra tarjeta sanitaria) para realizarnos la prueba correspondiente.
...¿Dónde está el Michael Moore español?
1 comentario:
Grande el rediseño, sí señor ;)
(Aunque así vista, incluso parece que la 525 mola...)
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